Un dolor muy especial me ha causado hoy saber que se ha ido Juan Pedro.

No recuerdo bien cuando conocí a Juan Pedro “Perico” porque a las personas de siempre, a las que forman parte de ti, no se las retiene por una primera vez sino por la vida. Nuestra amistad y el aprecio mutuo que nos profesábamos viene de la lucha y de los lagartos.

Su privilegiada genética le permitió transitar rápido desde el momento que dejó de echar mañas en los caminos hasta que pisó la arena de los terreros de la Isla para convertirse en un luchador infalible, defendiendo siempre el honor del Ramón Méndez, el equipo que lleva el nombre de su afamado predecesor del Valle del Golfo. Su poder físico le vino del lado de “Los Pipas”, de El Pinar, a quienes tuvieron en los duros años del pasado siglo por la familia de más fuerza de la Isla. Juan Pedro nunca dejó de luchar. Mamó de sus padres Juan y Juana María la laboriosidad necesaria para sobrevivir de la tierra, de la dureza del Pie del Risco y de la convivencia de Las Lapas. Siempre me reconoció una devoción especial por su abuelo Juan Machín. A ambos: abuelo y nieto, los encumbró la casualidad del hallazgo de una decena de lagartos gigantes en los andenes de los riscos de Gorreta, allí donde ambos pastoreaban con la facilidad que sólo los bimbapes sabían hacerlo. Alguna vez me confesó con humildad que se movía por esas fugas, donde se jugaba la vida sin ser consciente de ello, que andaba mejor descalzo como su abuelo que con zapatos.

Y descalzo y libre tuvo el noble encargo durante años de alimentar a los lagartos en el lugar al que sólo él era capaz de acceder. Y lo hizo con orgullo. Lo sentí cientos de veces cuando compartimos ratos en el Lagartario aguardando el nacimiento de nuevas camadas, capturando en un terrario el ejemplar más vistoso para mostrarlo a la televisión o para que los niños del colegio se sintieran orgullosos como él de este símbolo de identidad. Mentalmente siempre asocié a Juan Pedro con sus lagartos. Ambos eran gigantes, robustos, duros....y nobles. Siendo su compañero en el área de Medio Ambiente sentí también la fragilidad de Juan Pedro al confesarnos su imposibilidad de subir al helicóptero para dos importantes misiones que abordamos en aquella época: colocar una cámara con su alimentación solar en los andenes del Risco de Gorreta para hacer un seguimiento remoto de la colonia, y realizar la primera suelta de varias parejas en el Roque Chico de Salmor. Lo hizo, débil como un niño, pero lo hizo. Para ello echó la fuerza equivalente a la que necesitó para tumbar todos los rivales de su vida.

Juan Pedro nunca dejó de luchar. Desde que echó ese cuerpo del que la naturaleza lo dotó se convirtió en un referente para la isla. Participó, aún casi niño, en aquélla selección de El Hierro que lideró Juan Barbuzano a partir de 1975 y en la década de los 80, con la Isla casi despoblada, tuvo el mérito de compartir con Meme como rival aquéllas luchadas de Ayuntamiento contra Ayuntamiento casi todas las fiestas. Así se mantuvo la lucha en El Hierro. Después llegaron las luchadas de San Lorenzo y Candelaria con el terrero a reventar, los encuentros contra la selección de Venezuela, contra Campiro II, o su gran victoria contra Pedro Cano en El Pinar.

Juan Pedro nunca dejó de luchar. Llevó a su hermano Francis un día al terrero, agarró con él y a partir de ese momento lo acompañó a la gloria del éxito como fiel escudero. Fue el tiempo del gran Ramón Méndez y su heredero Productos de El Hierro en la última década del siglo pasado. La fuerza de la televisión hizo que lo conocieran y reconocieran en Canarias y su mayor satisfacción fue poder seguir haciendo lo que siempre, desde que nació, había hecho: luchar.

Juan Pedro nunca dejó de luchar. Ni el trepar por los andenes del risco, ni perseguir las cabras asilvestradas, ni buscar los lagartos gigantes, ni descender los verticales acantilados, ni agarrar con los mejores luchadores de El Hierro y de Canarias doblegaron a Juan Pedro.

Juan Pedro nunca dejó de luchar. También luchó contra él y llevaba años intentándolo por muchas mañas: a veces con su cango derecho por fuera, otras iba por toque pa’trás, en ocasiones casi logró sacarlo por cadera para llegar a estar once a once y en la del minuto. Y lo que es la vida...a Juan Pedro nunca le gustó llegar a la agarrada del minuto.
Juan Pedro Pérez Machín “Perico”, el hombre que nunca dejó de luchar, no se merece llegar así al final de su gran luchada. No es justo que quienes lo queremos y lo apreciamos no podamos acercarnos a tirarle la última moneda o tocarlo por la espalda. Lo que se merece Perico es ser despedido por el terrero a reventar, con la gente hasta el campanario de la Montaña de Joapira y saliendo del corro por un largo pasillo de luchadores hasta el cielo.

Valga este sentido escrito para dedicarle a mi amigo Juan Pedro Pérez “Perico” un “Hasta siempre” y lamentar profundamente no poder acompañarlo en estas horas previas a su partida. A Leida, su abnegada esposa que cada lunes a primera hora me transmitía en la sala de espera del aeropuerto ese ilusionante “va mejor”. A sus hijos Aarón y Ana Leida, a su madre Juana María, a sus hermanos Francis e Isabel y a toda su familia y amigos, un fuerte abrazo de pesar. Y también a toda la gran familia de la lucha canaria porque se nos ha ido un gran puntal.

Etiquetado como
  • ,

Deja un comentario

Asegúrese de introducir toda la información requerida, indicada por un asterisco (*). No se permite código HTML.

Top
Utilizamos cookies para mejorar nuestro sitio web. Al continuar utilizando este sitio web, usted da su consentimiento para que se utilicen cookies. More details…